viernes, 5 de diciembre de 2008

Max Payne

dirigida por John Moore
Las adaptaciones cinematográficas de videojuegos tienden a ser un fracaso porque regularmente los realizadores se inspiran en juegos con una gran aceptación dentro de los fanáticos de las consolas. Está última entrega no es la diferencia.

Partiendo de un guión espantoso en donde mezcla pequeñas cosas de las dos partes de videojuegos de consola y le agrega un “twist” de una droga que hace supuestamente invencibles y les da alucinaciones sobre ángeles de la muerte (que termina siendo eje central de la historia ) a quienes la toma; el personaje de Payne se encuentra con algo que nadie creía posible, su descalabro total.

Mark Walhberg, tal vez el mejor actor de acción del momento, no llega ni a la sombra del heroe incomprendido de Max Payne aunque no se le puede culpar del todo al actor norteamericano sino a la opera prima de guión que escribiera Beau Thorne, un nefasto intento de adaptar la creación maestra de Sam Lake.

Thorne no se lleva toda la culpa después de todo, en toda entrega siempre hay algo que salvar, pero aquí a penas se encuentra una sola cosa. Las escenas de acción no funcionan para nada, los parlamentos son terribles, los recuerdos horribles, a Payne no se le ve la intensidad ni el dolor que se nota en el videojuego de Lake.

La solitaria escena que se podemos decir fue buena, es en la que Payne es atacado en su departamento que al igual que en el juego, cada vez que Payne recibe un golpe hay un destello de rojo en la pantalla completa, algo que a su realizador John Moore se le olvido por completo en el resto de la película.

Si bien adaptar grandes novelas es complicado, adaptar un videojuego tan famoso y querido como Max Payne debe ser aún más duro. El público es mucho más crítico porque se trata de un personaje y una historia a la que uno le dedica horas y horas por varios meses, tal vez esta es la razón por la que no existe una adaptación decente de un videojuego, aunque para mi la adaptación de Hitman fue una muy buena.

Esta entrega de lo que me dio deseo fue de volver a realquilar el juego para recordarme que Max Payne no es el desubicado, bien vestido y falso interpretado por Waklberg sino el rompecabezas, trastornado y violento detective sacado de la misma imagen de su creador Sam Lake y de la voz profunda de James McCaffrey.

A lo mejor, Frank Miller (créanlo o no) pudo haber hecho un mejor trabajo con este videojuego con dotes de novela gráfica que esta dupla de Thorne y Moore (que tiene buenas películas de acción como “Behind Enema Lines” y “Flight of the Phoenix”) que no funciona para nada.

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